El meteorito proviene del corazón de un asteroide —o puede que incluso un planeta— que ha explotado, impulsando material por todo el sistema solar hasta que entra en la órbita de nuestro planeta y la gravedad lo empuja hasta la tierra. Durante su viaje, el centro del meteorito se va transformando gradualmente, produciendo patrones metálicos muy inusuales como resultado del enfriamiento lento de los núcleos de asteroide derretidos. Los diseñadores de Rolex crean, a partir de esas configuraciones, un tesoro único para algunos de los modelos más prestigiosos, incluyendo este Day-Date 40.
Los engastadores, al igual que los escultores, modelan los metales preciosos para preparar el espacio donde alojarán perfectamente cada piedra preciosa de forma manual. Con el arte y savoir‑faire de los joyeros, cada piedra se alinea meticulosamente hasta engastarla de forma segura en el oro o en el platino. Además de la calidad intrínseca de las piedras, otros factores contribuyen a la belleza del engaste de piedras de Rolex: la alineación precisa del tamaño de las piedras, su orientación y posición, la regularidad, la solidez y las proporciones del engaste, así como el acabado del trabajo en metal. Una combinación mágica de luces que embellece el reloj y hechiza a quien lo lleva.
Rolex cuenta con su propia fundición, lo que le ha permitido crear aleaciones de oro de 18 quilates de la más alta calidad. Según la proporción de plata, cobre, platino o paladio, se obtienen diferentes tipos de oro de 18 quilates: amarillo, rosa o blanco. Son elaborados exclusivamente con los metales más puros y sometidos a las más meticulosas inspecciones en un laboratorio interno con tecnología puntera, antes de formar el oro y con la misma atención que se presta a la calidad. El compromiso de Rolex con la calidad empieza desde el origen.
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